Karina, buen culo, mi reina
Foto por veteporlasombra |
Karina, buen culo, mi reina: quiera la vida, o Dios, o quien sea, que siempre en todo lo alto se te mantenga. Para que esta pasión desatada nunca se me ate, la que desde tus nalgas alzadas emerge como vendaval hacia el velamen de mi bragueta.
Columbro en mis pesadillas el ocaso venidero, en que las nieves alcanzarán mi fronda púbica. Me pregunto si, para entonces, mis enhiestos ánimos descenderán, si se desdibujará, también, el firme contorno de tu buen culo. ¡Ay, Karina, qué va a ser de nosotros, si llegan a plegarse un día mis velas, y se amaina ese ciclón tuyo!...
Encarado el desdichado momento, que no nos duelan prendas para acudir, ¡oh, Karina, buen culo, mi reina!, al mejor de los cirujanos plásticos. Sabios doctores serán bienvenidos, los que mejor sepan recomponer la lozana silueta de tu pompis, y revivir, de entre mis cosas, la más viva y juguetona. Si es que, como te digo, anduvieran alguna vez alicaídos nuestros dones, por el inevitable soportar de los años...
¿Reconocerá entonces el Estado, como vital necesidad, la nuestra de mantenernos siempre en todo lo alto? ¿Correrá con los gastos médicos, si acaso nos sobreviene una apurada economía? Debería, que para eso ya pagamos el IVA con cada caja de preservativos, para que con cada polvo el gobierno de turno preserve nuestra felicidad. La mía, bien sabes, Karina, mi reina, es sólo asunto de tu buen culo...
Y si en algún momento hiciera falta ponerle remiendo, quieran los astros que tenga yo una pequeña reserva de oro, para contratar al más prestigioso de los cirujanos, ya te digo. Si es que la plata no me llegara a alcanzar, quiera Alá, ante todo, un Estado laico y republicano, que me ampare en la más noble de mis inversiones. Aunque, también te digo, Karina, buen culo, mi reina, que no seré yo quien deje tus magníficas cachas al completo albur de la República ¿Cómo abandonar, así, a su suerte, al objeto de mi deseo, arrojarlo sin más al arbitrio del médico de oficio que disponga la Seguridad Social? ¿Acaso es que nos hemos vuelto todos locos? ¡Que nos están robando la socialdemocracia, Karina, y no nos damos ni cuenta! Ya ni esos que se llaman a sí mismos socialdemócratas, parecen respetarla...
Y es que, a los parias de la Tierra, si los unos nos birlan toda posibilidad, los otros nos declaran incompetentes, para tomar nuestras propias decisiones.
Karina, mi reina, sé que no entiendes de qué te estoy hablando, ni puta idea tienes con ese buen culo que tienes. Tal vez porque no te sacaste ni la ESO. Pero ya te digo yo que ni con dos carreras, ni aun con cinco mil libros que se han leído, alcanzan algunos a comprender el viejo dicho de que «en el término medio está la virtud». Ilustrados sin lustre, pozos de sabiduría desfondados... ¡Ay, para lo que ha quedado, la socialdemocracia!...
Te informo también, amada mía, que este elogio de tu buen culo no es precisamente una artística performance de esas con ínfulas de subvención, sino toda una argucia premeditada que no merecerá encomio alguno, mucho menos un apesebrado premio nacional de narrativa. Karina, mi reina de culo excelso: este cuento, te cuento, no es sino un mero panfleto, otro más de los que se vomitan con ánimo de adoctrinar a las masas. ¡Ni que fuéramos subnormales, Karina, te amo, mi reina!
Más allá de mis aviesas intenciones —yo mismo me lo digo, y te lo digo todo—, amaré tu culo rico por siempre, pese a quien le pese. Pues sé que no me van a faltar las guardianas de los buenos modos sermoneándome los oídos, afeando mi conducta e inevitable pasión. Las que pretenden llegar vírgenes al matrimonio, tildarán de pecaminoso mi lujurioso proceder; las descreídas del amor romántico y de obstinada fe en sus consabidos mantras, me rezarán aquello de que «te cosifico como mujer», cuando te tomo la parte por el todo. ¡Oh, Karina, mi culo rico!... Y es que, terraplanistas y culos planos nada entienden de mapas, ni de sinécdoques y otras figuras literarias.
Los días transcurren monótonos, eternos... si no palpo tu buen culo, Karina, mi reina...
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