Un cerdo obstinadamente libre

Cerdo ibérico en dehesa
Fotografía por Chema Concellón
Esteban era un cerdo cien por cien ibérico. Sobre todo se le notaba en los andares, y en su capa retinta, que le hacía sentirse diferente. Campaba a sus anchas bajo el encinar de una dehesa extremeña, sin más preocupación que la de escarbar la tierra en busca de raíces, o la de comer hierbas y bellotas que encontraba en sus paseos ociosos.

Pese a todo Esteban se sentía desdichado. Su vida empezó a carecer de sentido el día en que fue consciente de que su fin estaba marcado en un calendario. Más bien pronto que tarde, el mayoral vendría a buscarlo. Acabarían convirtiéndolo en jamones, y en otros subproductos de una matanza en que sería el protagonista. La aflicción le superó de tal modo, que desde entonces se le quitaron las ganas de vivir.

Porque en el fondo de su ser Esteban era un rebelde. Un ser nacido para ser libre. Le traía sin cuidado el destino que otros hubieran trazado para él. Si había de morir, sería él quien fijase la fecha. Si había de servir de alimento sería sólo a los gusanos...

Una tarde crepuscular de primavera Esteban se arrojó por el despeñadero. En su caída breve, aún le dio tiempo a escuchar el gorjeo suave y chirriante del rabilargo. Tras el golpe nada. Pero un instante antes se supo dueño de sí mismo. Libre para toda la eternidad...

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