Extraordinaria junta de vecinos

Carneros peleando
Foto por www.launsteinimagery.com
Cuando pidió la palabra, todos los vecinos sabían de antemano lo que iba a decir el señor Paco:

-A ver si me arreglan de una vez la gotera, porque mi inquilina no para de darme la lata con el tema.

-Todos los años sale usté con lo mismo, señor Paco -protestó Raquel, la del tercero izquierda-. ¿Pero no dimos parte de eso ya al seguro, hará como tres años?

-Sí, parte se dio, pero ahí sigue el tema estancado, que si es asunto mío, que si de la comunidad... Y mi inquilina está que trina.

La rima casual de la última frase levantó un leve revuelo de sonrisas -alguna un tanto maliciosa-, entre los vecinos más avispados.

-¡Coño, pues no le veo yo la gracia! ¡Que ya está bien, todos los años tengo que venir con la misma copla!

-Sí, sí, y su inquilina está que trina -repitió Manolo, el dueño de la ferretería.

El administrador hacía un amago para apaciguar los ánimos caldeados del señor Paco, cuando la señora Elvira se le adelantó alzando al vuelo un lamento de indignación:

-Y digo yo, que a ver quién es la guarra que me llena de pelos el patio, porque me lo tiene hecho una inmundicia.

Raquel acudió presta con un argumento reivindicativo:

-Oiga, no falte usté, señora Elvira, porque lo mismo puede haber sido un hombre que una mujer, el que le tira la porquería al patio.

-Oye guapa, que yo no le he faltado a nadie, que los pelos son bien de largos, como los de una mujer, y la que se pica, es que ajos come...

Esta vez fue el mismo señor Paco el que vino a relativizar el asunto de los pelos:

-Tiene razón la chica, que ahora también hay hombres que llevan la pelambrera larga como mujeres.

-Pues no lo dirá por usté, señor Paco, que de tonto, no tiene un pelo -se burló el de la ferretería.

-¡Menos cachondeíto, ¿eh, Manolo?, menos cachondeíto! Ande, haga usted el favor de poner un poco de orden, señor administrador; ¿cuál era su nombre?

-Ramón. Tiene razón don Paco; por favor, a ver si guardamos...

-Pero si es que nos tienen aquí dando vueltas, que si los pelos, que si las goteras, y al final nos vamos a perder el fútbol, que hoy es día de Champions. ¿Es que aquí a nadie le gusta el fútbol? Que digo yo, Ramón, que por qué tiene que poner siempre la junta de vecinos los días que echan fútbol por la tele.

El administrador no supo qué argumentar en su defensa: a fin de cuentas, a él el fútbol le traía sin cuidado. Intentó proseguir con el orden del día:

-Bueno, a ver si nos centramos, que el tema de esta junta extraordinaria era la limpieza de la escalera.

-Que anda cómo la traen algunas, las guarras, hecha una porqueriza -protestó la señora Elvira-. Menos mal que a cada cerda le llegará un día su San Martín...

-Por favor, no insistamos en ese tema, no vayamos a perder los nervios, entre dimes y diretes que no conducen a ninguna parte. A ver, la cuestión a decidir es la siguiente: ¿se sigue limpiando la escalera por tramos y turnos entre los vecinos, como hasta ahora, o se contrata una chica de la limpieza?

-Oiga, que también podría ser un chico de la limpieza. Vamos, digo yo, ¿no?

-Sí, claro, Raquel; era sólo una manera de hablar -se excusó el administrador.

-Pues yo opino -se empeñó en porfiar la señora Elvira- que pa lo guarras que son algunas en esta comunidad, más vale de contratar a alguien que venga a limpiarnos. ¡Que una no es criada de nadie! ¡To el día recogiendo manojos de pelos...!

Manolo, resopló antes de opinar:

-Yo digo que votemos de una vez, que al final, ya estoy viendo que me voy a perder el partido.

-¡Claro, como para entrar a su ferretería no hay que pasar por la escalera, le da todo igual! -terció Raquel.

-Oye, guapa, que aunque yo no la use, mi inquilina sí.

-¿Pero qué tiene que ver eso ahora, señor Paco? No estaba hablando con usté...

Para el recién llegado al bloque, Antonio, aquella era su primera junta de vecinos. Todas las miradas recalaron en él, cuando el administrador animó a pronunciarse a quienes aún no habían intervenido.

-Yo, no sé... Lo que decidáis vosotros, que lleváis más tiempo viviendo aquí...

-Ya te irás animando, chaval -le dijo el señor Paco-. Como eres joven, claro; pero ya me dirás cuando tengas una gotera, como es mi caso... ¿Me darán hoy una solución definitiva con lo de la gotera, no?

El administrador insistió al señor Paco en que lo más oportuno era finiquitar el tema de la limpieza, y luego, si eso, ya verían lo de la gotera.

Aún faltaba por dar su opinión la señora Margarita, la apacible anciana del primero derecha que, con una sonrisa en sus labios tan inalterable como algo estúpida, hasta entonces se había limitado a escuchar las conversaciones cruzadas de los demás.

-A mí me parece bien.

-¿Pero bien qué, Margarita? -le apretó las clavijas la señora Elvira.

-Pues eso, hija, que no me importa limpiar mi trozo de escalera cuando me toque. Aunque una, ya no está para muchos trotes.

-Por eso, Margarita, ¿para qué se va a usté a deslomar, pudiendo contratar a alguien que nos limpie?

-Sí claro, me parece bien lo que digáis.

-Tampoco es para tanto limpiar un tramo de escalera -opinó Raquel-. Vamos, digo yo...

-Claro, rica, como tú vives en un tercero... -le buscó de nuevo las cosquillas la señora Elvira-. Se nota que en tu trozo de escalera no pisa nadie más que tú.

Intentando apagar el nuevo conato de incendio, el administrador urgió a que dirimiesen el asunto, de una vez por todas, con una votación. Antonio y la señora Margarita se abstuvieron, y el señor Paco y la señora Elvira se pronunciaron a favor de contratar los servicios de limpieza. Raquel y el de la ferretería optaron por que las cosas permaneciesen como estaban. El empate técnico se deshizo cuando la señora Elvira salió con el cuento de que su vecina del bajo B le había otorgado los poderes para que votase en su nombre, pero que se había dejado el papel firmado en casa.

-Si no ha traído el papelito, entonces no vale -dijo el de la ferretería.

Hastiado de los vecinos, el administrador dio por buena la palabra de la señora Elvira, supeditada a que le trajese otro día el justificante firmado por la vecina.

-Pues yo no piso para nada la escalera, así que no pienso pagar ningún concepto extra de limpieza, a menos que vengan a limpiarme también la ferretería. Señoras y señores, no sé que van a hacer ustedes, pero yo me marcho a ver el fútbol.

Cuando el ferretero abandonó el salón, el resto de vecinos se puso en pie, dando espontáneamente por concluida la reunión. Todos, excepto el señor Paco.

-¿Y yo: qué le cuento ahora a mi inquilina ? ¿Qué va a pasar con mi gotera?

El administrador intentó conformarlo, con la vaga promesa de que en la próxima junta de vecinos el primer punto del orden del día sería el asunto de la gotera. A sus espaldas, mientras tanto, la asamblea de vecinos ya se había disuelto por sí sola, con semejante apremio al de un azucarillo en un café hirviendo...

Comentarios

  1. La vida misma, bella y sarnosa, Miguel Ángel... o cómo convivir sin liarse a mamporros.

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  2. Sarnosa y bella, efectivamente. Gracias por pasarte, estimada Pepa...

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