La cita

El vigilante de seguridad parecía obnubilado por el esplendor rosado de aquellas dos jóvenes. Eran las nietas de la señora Margarita, la anciana demente de la habitación veinticuatro, la que no hacía otra cosa más que repetir “me han robao, me han robao”.

Aquellas dos chicas se convirtieron en cómplices involuntarias cuando don Emilio, aprovechando el descuido del vigilante, escapó de la residencia. Intuía que la estación de tren debía andar muy cerca, desde su almohada presentía el palpitar de los rieles durante la siesta. No tardó demasiado en encontrarla. Subió en el primer tren de cercanías con destino a la ciudad, y entonces se sintió a salvo.

Como otras tantas veces, el cercanías se lo hacía todo más fácil. Aunque don Emilio temió que el revisor lo cogiera sin billete, tuvo suerte, y pudo completar el viaje sin sobresaltos. Además, el hilo musical le regaló una de sus sinfonías favoritas, y hasta pudo echar una cabezadita. Fue una fuga a todo confort.

Cuando se apeó del tren, no tuvo que andar más de 15 minutos para llegar al cementerio. Por el camino recogió flores silvestres, con las que confeccionó un ramo sencillo. Y tal y como se prometió a la muerte de su esposa, acudió sin falta a la cita, como cada año, en el día en que conmemoraba su aniversario de bodas…

Comentarios

  1. Mucho amor en pocas palabras. Relato breve con mucho contenido emocional. Sin grandes giros ni palabras extravagantes expresa mucho sentimiento.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares