Estrategia de mercado
A media mañana las vi juntas en la esquina de mi calle. Conversaban frente al escaparate de la zapatería. Pensé que buscaban algún zapato de saldo, pero aparentemente no mostraban el menor interés por los productos del escaparate.
Una de ellas era una viejita, espigada y flaca, de pelo cano. La otra, de mediana edad, más baja y regordeta, debía ser magrebí, pues llevaba velo islámico. Imaginé que la mujer del velo estaba al cuidado de la mayor. Pero había algo extraño en la relación amigable de aquella pareja que desmentía mis propios argumentos y suposiciones. Su relación era demasiado cercana, demasiado igual, como para que fueran criada y señora.
Durante algunos días las pude ver en el mismo lugar a horas distintas. Era como si esperasen un autobús que nunca venía. Quizá era que no se decidían por ninguno de los zapatos del escaparate. También pensé que hacían tiempo mientras esperaban la salida del colegio de sus nietos.
Anoche mi curiosidad obtuvo respuestas. Acudí tarde al supermercado, justo cuando iban a cerrar. Ya era de noche, y las dos señoras aún permanecían en la calle. Rebuscaban en uno de los contenedores de basura del supermercado. En su complicidad por la superviviencia, la mujer del velo inclinaba el contenedor, mientras la viejita rebuscaba algo de comida entre la basura. "Criada y señora...", pensé con cierta desazón.
Tuve la certeza de que esperaban en la esquina de la zapatería por simple "estrategia de mercado". Desde aquel mirador excepcional podían observar con discrección los cubos de basura de dos supermercados. Ahí debían estar apostadas a lo largo de todo el día y parte de la noche, esperando la salida de la mercancía caducada o defectuosa. Lo que unos desechamos a otros les sirve...
En estos tiempos inciertos, a veces la necesidad hermana, y la miseria no hace distinción de raza, edad ni religión. El artículo de la Consitutición sobre igualdad se cumple con una ironía demoledora. Quizá éste debe ser el país que planearon los padres de la patria...
Una de ellas era una viejita, espigada y flaca, de pelo cano. La otra, de mediana edad, más baja y regordeta, debía ser magrebí, pues llevaba velo islámico. Imaginé que la mujer del velo estaba al cuidado de la mayor. Pero había algo extraño en la relación amigable de aquella pareja que desmentía mis propios argumentos y suposiciones. Su relación era demasiado cercana, demasiado igual, como para que fueran criada y señora.
Durante algunos días las pude ver en el mismo lugar a horas distintas. Era como si esperasen un autobús que nunca venía. Quizá era que no se decidían por ninguno de los zapatos del escaparate. También pensé que hacían tiempo mientras esperaban la salida del colegio de sus nietos.
Anoche mi curiosidad obtuvo respuestas. Acudí tarde al supermercado, justo cuando iban a cerrar. Ya era de noche, y las dos señoras aún permanecían en la calle. Rebuscaban en uno de los contenedores de basura del supermercado. En su complicidad por la superviviencia, la mujer del velo inclinaba el contenedor, mientras la viejita rebuscaba algo de comida entre la basura. "Criada y señora...", pensé con cierta desazón.
Tuve la certeza de que esperaban en la esquina de la zapatería por simple "estrategia de mercado". Desde aquel mirador excepcional podían observar con discrección los cubos de basura de dos supermercados. Ahí debían estar apostadas a lo largo de todo el día y parte de la noche, esperando la salida de la mercancía caducada o defectuosa. Lo que unos desechamos a otros les sirve...
En estos tiempos inciertos, a veces la necesidad hermana, y la miseria no hace distinción de raza, edad ni religión. El artículo de la Consitutición sobre igualdad se cumple con una ironía demoledora. Quizá éste debe ser el país que planearon los padres de la patria...
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