Hermanos Alonso: fábrica de churros y patatas fritas
Antes de que el tiempo borre los recuerdos de mi memoria...
Los domingos por la mañana, siendo niño, era gustoso quedarse acurrucado en la cama. Sobre todo en las frías mañanas de invierno. Llegaba mamá o papá, abría la puerta de la habitación, y decía: "levantaros, que los churros se enfrían". Entonces te levantabas como un resorte, y no te importaba apenas el frío...
Qué ricos estaban los churros y las porras de los hermanos Alonso, la churrería de toda la vida. Yo siempre los tomaba con café con leche. A veces me gustaba mojar las porras, que luego chorreaban de café con leche, dejando enseguida el vaso medio vacío. En otras ocasiones, casi siempre, me las comía de fuera hacia dentro: primero la parte tostada, y luego toda la masa amarilla de dentro. Y todos nos peleábamos por la porra del centro, que tenía más masa.
Hace apenas unos días, como de costumbre, quedé una tarde con los amigos. Al pasar por la puerta de la churrería vi que estaba cerrada. Pero esta vez era un cierre definitivo. Fue como si alguien importante en mi vida se hubiera ido para siempre.
Hacía unos meses habían asaltado a uno de los churreros en su reparto matutino. Por lo visto le dieron una paliza. Y por lo que comentaron, su hijo le recomendó que ya había llegado la hora de jubilarse.
Algunas personas y su vida profesional forman parte sin duda de nuestras propias vidas. Y con su jubilación y su retiro perdemos una pequeña pero importante parte de nosotros, de nuestra historia y recuerdos...
Hermanos Alonso: no tenía otra forma de agradeceros lo que habéis hecho por nosotros durante todos estos años. Sé que siempre voy a añorar vuestra pequeña fábrica de churros y patatas fritas. Habrá otros churros y porras, sí. Pero soy consciente de que no será lo mismo. Las cosas suceden distintas, no son peores ni mejores, pero nunca son lo mismo cuando pasan a ser recuerdo. Grato recuerdo el de vosotros... Gracias...
Los domingos por la mañana, siendo niño, era gustoso quedarse acurrucado en la cama. Sobre todo en las frías mañanas de invierno. Llegaba mamá o papá, abría la puerta de la habitación, y decía: "levantaros, que los churros se enfrían". Entonces te levantabas como un resorte, y no te importaba apenas el frío...
Qué ricos estaban los churros y las porras de los hermanos Alonso, la churrería de toda la vida. Yo siempre los tomaba con café con leche. A veces me gustaba mojar las porras, que luego chorreaban de café con leche, dejando enseguida el vaso medio vacío. En otras ocasiones, casi siempre, me las comía de fuera hacia dentro: primero la parte tostada, y luego toda la masa amarilla de dentro. Y todos nos peleábamos por la porra del centro, que tenía más masa.
Hace apenas unos días, como de costumbre, quedé una tarde con los amigos. Al pasar por la puerta de la churrería vi que estaba cerrada. Pero esta vez era un cierre definitivo. Fue como si alguien importante en mi vida se hubiera ido para siempre.
Hacía unos meses habían asaltado a uno de los churreros en su reparto matutino. Por lo visto le dieron una paliza. Y por lo que comentaron, su hijo le recomendó que ya había llegado la hora de jubilarse.
Algunas personas y su vida profesional forman parte sin duda de nuestras propias vidas. Y con su jubilación y su retiro perdemos una pequeña pero importante parte de nosotros, de nuestra historia y recuerdos...
Hermanos Alonso: no tenía otra forma de agradeceros lo que habéis hecho por nosotros durante todos estos años. Sé que siempre voy a añorar vuestra pequeña fábrica de churros y patatas fritas. Habrá otros churros y porras, sí. Pero soy consciente de que no será lo mismo. Las cosas suceden distintas, no son peores ni mejores, pero nunca son lo mismo cuando pasan a ser recuerdo. Grato recuerdo el de vosotros... Gracias...
Pues si... hay recuerdos siempre tiernos e imborrables...
ResponderEliminarsaludos!
El barrio está cambiando. Los pequeños negocios familiares cierran... Los chinos abren "todos a 100"... Lo peor de todo es que probablemente los jóvenes que viven ahora en el barrio no se acuerden de todas las cosas que verdaderamente importaban. ¡Vamos viendo cómo pasa la vida! ¡Y qué buenos momentos hemos pasado!
ResponderEliminarBueno, los negocios de los chinos también son familiares :o) La vida pasa, como dices, es inevitable. Lo único que da pena cuando sabes que tus buenos recuerdos no volverán. Un saludito...
ResponderEliminarHola!!
ResponderEliminarTe he conocido a través del blog de Pedro, y he dicho..ummm, voy a darme una vuelta por allí..jejjee.
Efectivamente, a mi me pasó igual con una heladería de las de toda la vida que había al lado de mi casa...
Después abrieron otras heladerías, incluso fuí a Italia y probé los helados italianos..pero no es lo mismo...aquellas noches de verano...aquellos recuerdos de mi infancia...hacían que esos helados fueran los más maravillosos del mundo...
Aisss, es lo que tiene hacerse mayor..jejeje
Saludos!!!
Gracias por pasarte por aquí, Marisilla. Sí, pasa la vida, momentos y personas importantes pasan, aunque afortunadamente también estar por venir bueno momentos. Da recuerdos a Pedro, un saludo...
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