El romanticimo de lo rojo

Parece que por fin hoy Fidel Castro colgó las botas. No esperó a morirse, como exigiría el verdadero protocolo de un líder rojo. Aunque en Cuba, bajo el mando de su hermano, será como si nada nuevo hubiera sucedido...

Escuchaba atentamente en una radio a dos ex-políticos metidos a tertulianos hablar sobre la Cuba de Fidel. Una de las que conversaban comentó que cuántas ilusiones despertó en su día la revolución cubana, cuántas expectativas. Y cómo ella, hasta hace relativamente bien poco, derribó el mito de la Cuba de Fidel y su revolución.

Para muchos, el mito de lo rojo aún continúa. El siglo XX nos trajo personajes atroces, al menos para mí: Stalin, Mao, Pol Pot, Abimael Guzmán, Fidel Castro... Millones de seres estuvieron sometidos al pensamientos de estos señores, y sin embargo, ¿por qué aún perdura, en pleno siglo XXI, el romanticismo de lo rojo?

Neoliberalismo, capitalismo, burguesía, imperialismo, derecha, conservadores, fascismo, patrón... Distintas acepciones para un mismo enemigo de lo rojo. Lo rojo no hubiera existido si no hubiera existido la opresión, la desigualdad, la injusticia, el hambre, el frío, el racismo... Los privilegios mantenidos y heredados de padres a hijos, y tantas veces bendecidos por las distintas Iglesias. Lo rojo surgió como lucha de liberación, y es ahí de donde saca su noble ideal, y lo que es más: de la noble liberación del oprimido surge la idea romántica de lo rojo.

Quiero mencionar ahora al Che Guevara. ¿A cuántos mató? ¿A cuántos sometió? ¿A cuántos impuso su criterio, sus ideas, sus antojos? Sin embargo, su icono permanece casi imperturbable a través de los años, y como una estilizada modelo, casi nos cautiva a todos. El Che es el paradigma perfecto del rojo romántico, el Robin Hood de los bosques de la vida real. Se me antoja que aquellas barbas descuidadas de la revolución cubana tuvieron un efecto mucho más seductor que los uniformes verde oliva y los puños cerrados que sostenían los fusiles...

La idea romántica roja perdura en los nobles ideales. Endulzados por el regusto agradable de eos nobles ideales, los pobres rojos ensoñados no aciertan ni acertamos a vislumbrar el rastro de sangre, muerte y terror, que dejamos a nuestro paso por el siglo XX. El imperio y el patrón siempre existirán, y allí acudiremos nosotros embebidos en nuestros nobles ideales. Y con el hacha de guerra en la mano. Ahí es donde surge todo el problema: en el hacha, simbolizada en el puño cerrado...

El romanticismo rojo no nos deja leer con acierto las huellas de la Historia. Y lo que es peor, nos impide ver la realidad presente. Eso pienso. Mi realidad es que todo el que está arriba se convierte en patrón, independientemente de cuál fuera antes su color. Mi realidad me dice que todo el que pelea desde la ira será un tirano si vence, y un resentido si pierde. Mi realidad me dice que el que pone todo su afán en reivindicar su diferencia se parece mucho a un fascista. Mi realidad me dice que del odio no saldrá ningún gobierno de paz. Aunque por mi visceralidad me cueste reconocerlo, siempre tengo que darle la razón a Gandhi: "la violencia siempre engendra violencia". Y si acaso hay un camino que nos salve, será el del amor.

En mi mochila aún guardo los nobles ideales del romanticismo rojo. Mas pongo todo el empeño en desprenderme de la ira que conlleva...

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